En situaciones tranquilas todo el mundo es bueno, es claro:
no hay caldo de cultivo para el insulto en situaciones normales, ya que es un
mecanismo de defensa y en buena medida también de justicia, mecanismo que se
suscita cuando el discurso moderado no conseguiría poner las cosas en su sitio.
Como expresión del descontento y la contrariedad, el insulto es un instrumento
al alcance de todos y nos permite alzarnos contra el estado de las cosas en el
que nos sentimos atrapados, y actúa a modo de tubo de escape o de descarga
adecuada al caso.
Pancracio Celdrán Gomáriz